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Salud mental
Los institutos urgen a tomar medidas ante la emergencia de salud mental que atraviesa el alumnado
“Estoy muy preocupada, en este curso he visto algo que nunca había vivido”. Quien habla es una profesora de filosofía de un instituto de la periferia sur de Madrid. Y ese algo que nunca había visto son numerosos expedientes de prevención del sucidio, en su caso, tiene cuatro alumnos con expedientes de este tipo abierto. “Hemos tenido una reunión especial para abordar ese tema y cómo actuar con determinados supuestos, la primera sensación es de sorpresa”.
La preocupación por la salud mental del alumnado madrileño, la sorpresa ante la escalada de las conductas autolesivas e intentos de suicidio, y las reuniones para afrontar esta situación se extienden por toda la Comunidad de Madrid, y es que las cifras son contundentes: “Solo en el primer trimestre de este curso hay el mismo número de protocolos por intento de suicidio abiertos que en todo el curso pasado”, confirma Isabel Galvín, secretaria general de la Federación de Enseñanza de Comisiones Obreras de Madrid. Se trataría solo de “la punta del iceberg de otra serie de problemas que son como una espiral, las conductas de autolesión que han aumentado exponencialmente”. Así lo denuncian en un comunicado que el sindicato hizo público el pasado lunes, y en el que urge a la Comunidad de Madrid a poner los medios para atajar lo que consideran “una emergencia absoluta”.
Un panorama que, comenta la sindicalista, se complejiza con chavales que acuden a las redes para buscar información sobre cómo suicidarse o forman redes con pares que se encuentran en la misma situación de vulnerabilidad. La prevención en este caso es fundamental, y en especial el rol de los centros educativos para la identificación de alumnado en riesgo. Pero no resulta fácil: “estas situaciones se detectan a través del tutor y luego el equipo de orientación, pero antes de la pandemia ya estaba todo muy tocado porque, con los recortes, el profesorado tiene más horario lectivo y menos tiempo para atender al alumnado en tutoría”.
“Solo en el primer trimestre de este curso hay el mismo número de protocolos por intento de suicidio abiertos que en todo el curso pasado”
Un alumnado más necesitado de atención y acompañamiento que nunca, y un tiempo limitado y sobrecargado de tareas generan una situación de agobio en un profesorado que teme que alguno de estos intentos de sucidio, alguna de estas situaciones de malestar emocional, acabe resolviéndose de forma fatal, apunta Galvín. Ante este miedo real, la Asociación de directores de secundaria y FP de Madrid (Adimad) ha dado la voz de alarma.
Esteban Álvarez, presidente de Adimad critica que se deje a los centros solos y sin recursos ante una emergencia que les está desbordando, cuando ni siquiera hay un protocolo unívoco para todos: “Lo que hay es una guía, recomendaciones y cada centro tiene que hacer su propio protocolo”, apunta. El problema fundamental se centra, para este director, en una cuestión de recursos materiales y humanos, y en particular, en la ausencia de psicólogos escolares. “En estas condiciones es difícil hacer un seguimiento real, un seguimiento serio y eficaz de los casos”. Es sobre el equipo de orientación que recae la adaptación de la guía, un equipo, recuerda el director, donde es más común que haya pedagogos, e incluso en los casos en que están integrados por psicólogos, estos no pueden practicar psicología clínica.
Y además, recuerda Álvarez, son demasiados pocos, algo que pasa en todo el Estado pero particularmente en Madrid, donde hay un orientador por cada 800 alumnos, frente al orientador por cada 300 alumnos que propone la Unión Europea. La falta de recursos convierte a los protocolos en “un trámite burocrático”. ¿Por qué? Porque sin personal lo necesario en estos casos, que es básicamente no dejar a los chicos solos en ningún momento, “implica un trabajo tremendo que con la masificación de alumnado que hay, pues es muy difícil de seguir”.
El profesorado o los directores no son los únicos que demandan que en los centros educativos existan psicólogos. La FAPA Giner de los Ríos comparte este reclamo, y es que consideran esencial el rol de los institutos para el acompañamiento de los adolescentes, un acompañamiento que muchas familias no pueden encontrar fuera de este ámbito al no poder permitirse acudir a terapia privada, y depender de una red pública saturada que tarda meses en citar a los chicos y chicas. “Estamos reivindicando que se dote a los centros educativos de todos los recursos materiales y humanos necesarios para poder abordar toda la situación y todo lo que conlleva el momento en el que estamos viviendo, en concreto todos los profesionales necesarios y en particular la figura del psicólogo”, explica Mari Carmen Morillas.
No se sienten escuchadas, cuenta la presidenta de la FAPA que se han pedido en el periodo navideño sendas reuniones al Consejero de educación desde la plataforma regional por la escuela pública y desde la propia Giner de los Ríos, y no han conseguido concretarlas: “la democracia exige participación y la comunidad de Madrid no lo practica ni potencia en ningún sentido”, se indigna Morillas.
Tiempos duros para la adolescencia
La emergencia de salud mental no solo se encuentra con el colapso de la sanidad pública, sino que el incremento de la demanda también empieza a saturar a las opciones privadas. El confinamiento ha hecho mella en un colectivo que ha sufrido particularmente el mandato de aislamiento. La psicóloga Mercedes Bermejo, vocal del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, considera que la limitación de las relaciones sociales les ha afectado particularmente “en una etapa vital donde se producen muchos desajustes hormonales, fisiológicos, psicológicos, emocionales, donde hay una mayor inestabilidad emocional, una tormenta emocional, como decimos muchas veces los profesionales de la psicología, que hace que todo esto se agrave”.
“La pérdida de interacciones sociales ha conducido a muchos adolescentes a desarrollar otros patologías, como trastorno de conducta alimentaria, del estado de ánimo, o problemas de adicciones y consumo”
Bermejo considera que es importante diferenciar cómo puede afectar a un adulto no poder hacer un plan social, frente a lo que supone para un adolescente no vivir la fiesta de graduación o el viaje de fin de curso, “hitos de desarrollo que son muy importantes desde el punto de vista evolutivo: sienten que se les ha ido la vida”. Considera necesario que se entienda lo difícil que ha sido esta etapa para las personas adolescentes y los sacrificios que han tenido que hacer mientras eran juzgadas y criticadas. La pérdida de interacciones sociales ha conducido a muchos a desarrollar otros patologías, como trastorno de conducta alimentaria, del estado de ánimo, o problemas de adicciones y consumo, y es que “desde el punto de vista madurativo, cerebral , no tienen esa madurez para poder autocontrolarse, autorregularse y gestionar mejor todo lo que son sus competencias emocionales”.
Cuenta Álvarez que si bien los directores, conociendo la dureza del confinamiento para el alumnado, se temían que no fuera fácil la adaptación durante este curso, “ni en el peor de los casos imaginábamos que el problema iba a ser tan grande y sobre todo tan grave. Está claro que a los chavales emocionalmente esto les afecta, y además aquellos chicos que tienen un alto rendimiento académico, altas expectativas, se han visto todavía más afectados”. Volver a las jornadas completas y a las exigencias académicas previas a la pandemia estaría suponiendo un desafío para muchos estudiantes.
María integra el equipo de orientación de un instituto al Sur de Madrid. Considera que es una afortunada, porque en su caso son dos orientadoras, sin embargo la problemática de salud mental las supera. “Nosotras escuchamos a los chicos, les damos un espacio tranquilo, un espacio seguro donde les vamos a respetar y les vamos a acompañar y tratamos de hacer un seguimiento lo máximo que podemos. Pero claro, cuando tenemos a tantos chicos con esta ansiedad tan generalizada, con estos niveles de depresión, con ideas e intentos de suicidio, nos sentimos totalmente desbordadas”. Desde que empezara el curso, María dedica el 90% al seguimiento de los casos de niños con pensamiento suicidas. Solo el 10% queda para las labores de orientación, teniendo que tirar de su tiempo libre.
Los límites de la respuesta
Si no es fácil ejercer como orientadora ante un panorama así, tampoco es fácil cumplir con los objetivos curriculares. “Tú tienes ahí tu temario y con un panorama así ni temario ni leches, lo que hay que hacer es actuar. Además, cómo van a atender y cómo van a trabajar con esos problemones, te conviertes en una trabajadora social más que en una profesora”, considera la docente de filosofía. “A veces están tan enfrascados en el momento presente que no ven más allá, y verlo todo en negro, todo malas noticias, todo el rato, tiene que acabar afectando. También hay quienes han perdido a sus abuelos, y eso les ha tocado”.
Para poder acompañar de mejor manera al alumnado, el profesorado necesitaría de algo básico, recuerda Galvín: más tiempo y menos alumnos. Bajada de ratios, bajada de horas lectivas, a parte de la presencia del psicólogo escolar, serían fundamentales para avanzar hacia una mejor detección y seguimiento. Los actores lo tienen claro y así han intentado trasladárselo a la Consejería, pero “el director general de secundaria no tiene interlocución ninguna con nosotros, no nos ha convocado a ninguna reunión desde que está. Y luego en la mesa sectorial este tema todavía no se ha tratado”. Espera que al menos en el marco de la ley de Defensa del Menor presentada por el gobierno, la propuesta de crear la figura de defensor de los menores, sea ocupada por un profesor técnico de servicios a la comunidad (PTSC), una figura que consideran fundamental para paliar esta situación. “Además, tienen que dotar de psicólogos y ampliar los departamentos de orientación. Vamos a hacer mucha, mucha, mucha fuerza. Vienen fondos europeos para el tema de refuerzo de la orientación por lo que habría posibilidad económicamente de subsanar este tema”.
“En otros ámbitos se han tomado medidas, los ERTE, los fondos europeos, la gente ha teletrabajado... ¿Qué medidas se han tomado para cuidar la salud emocional, para cuidar la educación y la evolución de estos chavales?”
Hasta ahora ha habido, no obstante, algunas iniciativas para formar y apoyar a los cuerpos docentes: por un lado, señala Bermejo, se han dado algunas formaciones importantes. Un ejemplo fueron unas jornadas de formación en prevención al suicidio en las que participaron más de 600 centros. “Así se ha formado a los docentes en diferentes temáticas en relación con las autolesiones, el suicidio, los problemas de salud mental, o cómo gestionar de cara a la familia cuando hay crisis o dificultades en el aula”, explica Bermejo. La psicóloga destaca que entre la Consejería y el Colegio hay una amplia colaboración. A María las jornadas le parecieron interesantes, si bien considera que la formación no era suficiente, pues al ser muy abierta, no profundizaba. “Nosotras andamos buscando información entre nosotras, coordinándonos con otras compañeras en otros centros y formando una red de apoyo”.
Por otro lado, se valora la labor del psicólogo educativo Jose Antonio Luengo y el Equipo de apoyo contra el acoso escolar que encabeza en el ámbito de la Comunidad de Madrid, que ahora está centrando su labor en la prevención del suicidio. “Hacen un trabajo magnífico y todos lo reconocen, pero son tres y no llegan a todas partes”, explica Galvín. “Necesitamos o bien un psicólogo escolar en cada centro educativo, o bien un equipo de psicólogos suficientemente amplio como para poder desplazarse por centros y asesorarnos”, apunta Álvarez, quien también tiene cierta fe en la creación del defensor del menor, siempre que sea una figura nueva, y no otro rol a cubrir por la misma saturada plantilla escolar. “No se le puede pedir a un orientador o al director que ya está sobresaturado de trabajo, que además se encargue de más funciones”.
Y es que la falta de tiempo y el desborde, pueden tener consecuencias fatales cuando no se detectan casos de riesgo, “casos donde los niños tienen una gran sonrisa y sin embargo tiene un gran tormento interior, si nosotros no somos capaces de verlo, no seremos capaces de atenderlo de la mejor manera”, apunta María.
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No hay tal "crisis de salud mental". Ahora todo malestar o la reacción frente a él, se intenta patologizar y la salud mental es el cajón de sastre ideal porque la farmacología, para cualquier diagnóstico psiquiátrico, es muy efectiva en paliar síntomas "positivos", pero inútil para abordar y sanar el sufrimiento psíquico. Lo sorprendente es que la comunidad educativa no se interrogue sobre su función e incapacidades, no vea el malestar y el sufrimiento psíquico de su alumnado, como una respuesta al frustrante sistema de producción y explotación capitalista y, ante el terror de conductas autolesivas en menores, reclamen la contención química. Esa hipotética emergencia de la salud mental, no es más que efectos extrapiramidales del capitalismo.